El metro (die U-Bahn, como aquí lo llaman) tiene dos contrasentidos importantes. El primero de ellos es que da igual que estés dentro o en la calle: la temperatura será la misma. Salvo contadas excepciones (las más grandes e importantes) a alguna persona se le ocurrió la genial idea de que sean abiertas. Bajo techo sí, pero sin puertas y un piso por debajo con lo que no sólo hace viento sino que se crean corrientes... Quizá no repararon mucho en el clima del lugar...
La segunda es que, a veces, da la sensación de que no hay salida. Como si estuvieras en mitad de El Corte Inglés. La cuestión es que bajas del metro, subes las escaleras del andén y... otro andén... No se ven escaleras ni nada... Todo es sabérselo. Hay que caminar hasta que al final y al contrario del sentido por donde sube la gente hay unas escaleras. Parece una tontería pero he visto a unos cuantos buscando lo mismo. Como tampoco son muy dados a las señales pues...
Pero les gusté o no (por aquello del sector automovilístico del país) somos unos cuantos lo que utilizamos el transporte público (pese a la carrera de obstáculos que supone: bajas temperaturas en el interior, suelos resbaladizos, precios altos, colapso de gente, baja frecuencia, conexiones absurdas, recorridos inventados...) Esto último ocurre con los autobuses. A veces, el conductor opina que ir por otras calles y llegar a una parada de destino distinta es mejor...
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