No, no se trata de un análisis sobre la película de Aménabar. Es un consejo obvio pero, al mismo tiempo, imprescindible.
Habiendo acabado mi segundo curso intensivo de alemán de lo que me he dado cuenta (al margen del hecho de que se complican una barbaridad con el dativo, el genitivo, el acusativo y demás... que a todo el que haya estudiado algo de alemán le sonarán...) es de que con los sentidos despiertos se avanza mucho más rápido.
Y es normal. Si se piensa, la ciudad entera es una gran escuela. Sus calles, los letreros, las conversaciones de gente ajena, las tiendas... Todo se puede convertir en un ejercicio a mínimo que tengamos curiosidad. Y, claro está, se aprende de manera más natural a decir una palabra cuando estás viendo, en ese preciso instante, al objeto al que se refiere.
Tan simple, como que si vas a comprar salchichas por aquí verás un cartel con la palabra 'Wurst'. La primera vez se te puede pasar pero sólo con verlo alguna vez más lo almacenarás en tu memoria de manera casi inconsciente.
Precisamente, durante el segundo curso intensivo dimos una lección sobre los establecimientos en una ciudad: correos, pastelería, banco... Todos teníamos vocubulario sin haberlo estudiado. Lógico, vivimos con todo eso a nuestro alrededor.
Los cursos intensivos son más que recomendables cuando se desconoce un idioma pero no hay que dejar de apreciar lo que la propia ciudad extranjera te ofrece. Al final, la suma da sus resultados.
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